En un día como hoy, en el que las mujeres aflojan las mordazas hasta convertirlas en tela transparente, en el que las voces, cánticos y lemas feministas resuenan y ocupan las calles tantas veces negadas a la lucha, donde las pisadas son más firmes y seguras que nunca, las miradas cómplices envueltas en dolor y alegría son reconocidas y acompañadas, donde el miedo es expulsado con fuerza al aire con cada puño que se alza… En este día, compañeros masculinos, ya que nos creemos merecedores de hablar y ser escuchados en cualquier momento, en cualquier contexto y en cualquier situación, siento que tenemos que gritar a los cuatro vientos uno de nuestros secretos más oscuros y difíciles de asimilar. Compañeros, somos machistas.
Como en las terapias, el primer paso en reconocer el problema. Y el problema es que el patriarcado recorre nuestras venas y arterias, alimenta nuestro ser más profundo y nos convierte en piedrecitas, en muchas piedrecitas que forman un muro tan férreo, tan lleno de miedo y de inseguridades que nos impide ver, tocar y sentir que hay al otro lado. No tengamos ninguna duda, no sintamos miedo, aceptemos el dolor de sabernos machistas. El camino a otro lugar empieza por reconocer el andado durante tantos años…
Compañeros, el machismo es como una pirámide, como un iceberg: lo observable de manera clara sólo lo encontramos en la cúspide, pero la base, el andamiaje que realmente sustenta toda la estructura, toma el disfraz de lo sutil, de lo común, de lo socialmente aceptado. Y es que esa palabra tan extraña, el patriarcado, lleva moldeando nuestro alma durante muchas generaciones.
Quitemos la venda de nuestros ojos y probemos a abrirlos, dejemos que la luz nos muestre que somos machistas cuando hacemos del cuerpo de la mujer un objeto de estudio, juicio y fallo, cuando silenciamos la voz de una mujer y ponemos la nuestra en su lugar, cuando la sexualización extrema y absoluta del cuerpo femenino nos impide ver más allá, cuando la expresión “Mi novia” sustituye en demasadias ocasiones a Raquel, Luisa o Ana. El machismo está a flor de piel. Cuando seguimos creyendo que los cuidados imprescindibles para la vida tienen que ser ejercidos sí o sí por la mujer, cuando no sabemos que lo que han hecho nuestras madres toda su vida se llama TRABAJO, con mayúsculas, el más duro y poco reconocido, el que queda en casa, el que queda en privado. Somos machistas cuando no nos reconocemos como personas iguales en derechos, el libertades, cuando creemos que el feminismo es hembrismo o nazismo de mujeres contra los hombres, cuando creemos que es una moda, cuando llamamos histéricas a las mujeres por mostrar emociones, cuando de nuestras bocas sale la palabra “loca” con una ligereza sorprendente, cuando hablamos de como la regla cambia el carácter de las mujeres sin tener si pajolera idea de qué significa la menstruación, cuando negamos la libertad absoluta de la mujer para decidir sobre su cuerpo, cuando las llamamos putas a ellas y nos llamamos machotes entre nosotros… Quizás mi muestra de machismo en estas letras sea ocupar unos minutos, un espacio que no sé si me corresponde…
Pero me gustaría mandar un mensaje: Compañeros machistas, si creemos que el patriarcado no va con nosotros, que nos podemos acomodar en nuestro lugar privilegiado y ver como nuestro mundo se va al carajo, creo que estaremos tomando una mala decisión. Y es que el patriarcado nos ha convertido, debemos de reconocerlo, en seres incapaces de cuidarnos y sostenernos, de cuidar a otras, con nuestras emociones enjauladas en una cárcel de paredes frías y oscuras. Nos hemos convertido en personas incompletas, dañadas y frágiles, a las que no nos han enseñado a afrontar nuestras miserias de otra manera que no sea la negación, el escondite o, en el peor de los casos, la violencia de todas las maneras habidas y por haber…
Pero creo que hay esperanza, como decía en el título de este relato, que más que relato es desahogo. Compañeros machistas, no cerremos más los ojos, entendamos que la vida que queremos contruir tiene que ver con todas nosotras, que hay que construir y deconstruir entre todas, que el machismo no es un problema de mujeres, es un problema social que nos afecta a todas.
Por eso, en un día como hoy, no veamos el feminismo como una amenaza a nuestros privilegios, sino como una ola cargada de energía, de cambio, de encuentro de unas personas con otras, con diversidad y libertad sexual y de género. Es una ola donde podemos aprender, compartir, llorar, reir, expresar nuestros miedos, alegrías, inquietudes… Una ola en la que podremos volver a tocarnos desde la ternura, el apoyo, la comprensión y la fuerza.
Por eso, compañeros machistas, creo que hay esperanza de ver la luz más allá de las tinieblas. Pero, para recorrer todas juntas el camino, necesitamos comprender que las cuerdas que amordazan y asesinan a nuestras compañeras con las mismas que nos atan a nosotros de pies y manos, impidendo escalar tan gruesa pared.
Y entender que, si queremos cambiar a mejor la realidad que nos rodea y encontrarnos en otro lugar más acogedor, la lucha y la revolución será feminista o no será...
---
Migue
Agregar comentario